San Martín volvió a mostrar una imagen pálida. No tuvo rebeldía. Tampoco creatividad. Combo que derivó en que el “santo” sea un equipo inofensivo. Como si la quietud del empate conformaba al equipo de Diego Flores, que no encuentra respuestas al déficit de la producción ofensiva. Un problema que ni con la inclusión del doble “9” de Junior Arias y Mateo Acosta pudo superar.
La situación es grave y preocupante. San Martín volvió a completar un partido sin generar una ocasión de peligro. Ni Arias ni Acosta tuvieron chances claras al arco de Joaquín Mendive. Ni por aire ni por tierra. Ni con juego asociativo ni con pelotazos. No hubo conexiones ni química para contrarrestar poder incomodar al local. Nada. “Espectadores de lujo” podría ser la definición para ambos delanteros, que no tuvieron casi trabajo en los 90 minutos.
El planteo de “Traductor” fue pobre para un candidato de la Primera Nacional. El 4-4-2 no le dio soluciones en ninguna de las líneas. Juan Cuevas no pudo gravitar en la mitad de la cancha. Leonardo Monje sigue errático y fuera de ritmo. Gustavo Abregú aporta mucho en la marca, pero poco en la distribución de la pelota y Nahuel Banegas perdió el nivel que expuso en las primeras fechas. Es más, el ex Central Córdoba sigue sin aportar el desequilibrio que lo colocó como uno de los referentes del equipo.
Las soluciones tampoco llegaron desde el banco. Cambió las piezas, pero no pudo levantar el nivel. Un bache que parece cíclico en las últimas presentaciones del “santo”, que acumuló su tercer empate sin goles de manera consecutiva.
Las ganas no le faltaron a Pablo Hernández para intentar levantar a un equipo que estático y sin ideas. Pero la falta de sociedades no le permitió cambiar mucho la cara de un equipo que parecía perdido en el campo de juego.
Ni con el ingreso de Iván Molinas, otro de los creativos, el equipo pudo ser peligroso y vertical. Es más, el misionero no estuvo fino y no encontró ningún compañero para filtrar alguna pelota en los últimos metros. Incluso intentó con un remate de media distancia, al que le faltó potencia.
Lautaro Fedele no pudo aportar desequilibrio. El ex Defensa y Justicia intentó explotar su velocidad, pero no le llegó una pelota limpia para definir.
Tampoco se conectó con Gonzalo Klusener, que no tuvo peso ofensivo. Un mix que derivó en un San Martín sin intenciones ni acciones. Estático es el adjetivo perfecto para el juego del “santo”, que nunca profundizó en campo rival.
Pase de Diego Mastrángelo a Agustín Dattola; del ex Almirante Brown a Tiago Peñalba; del salteño a Gonzalo Bettini. Una repetición que no tuvo fin y que es ineficaz para el “santo”. No faltó ocasión en la que la imprecisión hizo que San Martín se llevara un susto en los últimos metros de parte de Agustín Lavezzi. Pero, como sucede en las últimas presentaciones, Darío Sand se convirtió en el rescatista del “santo”.
Las conclusiones son malas y preocupantes. El equipo de Flores se encuentra en un bache de rendimiento del que no puede levantar cabeza. Como si estuviese sumergido en un laberinto sin salida y el desgaste lo este consumiendo poco a poco. Ahora, San Martín está obligado a romper con esta sensación y la Copa Argentina aparece como la ocasión ideal.